Yemayá era la esposa de Ogún, el temible guerrero que se las
pasaba en constantes conflictos bélicos y sangrientas luchas.
La desdichada mujer, que no hacía otra cosa que llorar, tomó
un día la fuerte decisión de acabar con las guerras. Fue a ver a Olokun y le
suplicó enviara un castigo tan terrible que a nadie le quedaran deseos de
continuar las luchas.
Olokun revolvió el fondo de los océanos y los mares comenzaron
a botarse, los hombres morían por miles y las aguas destruían ciudades enteras.
Yemayá, arrepentida del mal que estaba causando, le suplicó
a Olokun que cesara todo aquello, pero el orisha, enfurecido, no atinaba a
poner freno a tan absurda situación.
Entonces la diosa le pidió a Obatalá que lo calmara. Este no
logró que Olokun lo oyera y ordenó que lo ataran con cadenas en el fondo del
mar para que todo volviera a la normalidad.
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