Ogún y Shangó eran grandes amigos. Siempre andaban juntos en los güemileres y compartían hasta la comida. Pero el dueño de los hierros sentía envidia del rumbero Shangó, que tenía suerte para las mujeres y que todos admiraban por sus facultades de tamborero, bailador y hombre simpático.
Una noche, Ogún, lleno de soberbia, amarró con sus cadenas a Shangó mientras este dormía. Shangó despertó sobresaltado y al verse amarrado comenzó a echar candela por la boca hasta derretir las cadenas con que lo habían querido apresar.
Desde entonces, comenzó la enemistad entre Oggún y Shangó
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